jueves, 2 de febrero de 2017

Los abusos de la diversidad funcional

En una de mis últimas entradas, publicada en el blog de mi compañera Belén Navarro, hablaba de la diversidad funcional y de cómo tras unos años utilizando y defendiendo el término, me empezaba a rechinar, porque me parecía un poco “cajón desastre” donde todo el mundo podía entrar (como pasa con el colon irritable, el lupus y otras afecciones que limitan, en cierto modo, algunas actividades de la vida diaria) y aprovecharse de determinadas situaciones. Y precisamente una publicación que ha compartido en facebook otra compañera me ha hecho reflexionar sobre un tema que, seguramente, tú también te encuentras en muchas ocasiones.

Soy y seré (si no me cambia mucho “el seso”) fiel defensor de los derechos de las personas con alguna discapacidad, y como eso implica que las considero personas plenas, dignas, como tú y como yo, y no dignas de lástima ni infantilizadas, que también tienen sus vicios y sus malicias, como tú y como yo. Vamos a quitarles ese aurea angelical y paternalista de la que la sociedad les dota. Y obviamente, con lo que voy a decir quiero apuntar que no generalizo.

Estás en el autobús, sentado, entra una persona “con aspecto de mayor” y te levantas a dejarle el sitio. Algo “normal”, aunque puede que se moleste porque no necesita sentarse, pero se le ha etiquetado como mayor=cansado. Sí, sí, ahora me diréis que es por respeto, pero recordad que la mayor parte de la socialización es inconsciente, por imitación, y hemos asimilado los comportamientos que hay que tener con según qué colectivo. Ahora bien… misma situación, autobús, asiento… entra una persona, delgada, ágil, de unos 25 años con síndrome de Down. Te levantas y le dejas el sitio… ¿por qué? Tener un trocito más en el cromosoma 21 no hace que les pese la cabeza, a no ser que traiga acarreada otras discapacidades.

Casos como los anteriores, aparte de verlos con mis propios óculos, me los han contado personas que trabajan en el ámbito de la discapacidad cuando he ido a hacer alguna de mis investigaciones. Alguna vez incluso delante de un grupo que agachaba la cabeza porque sabían que en alguna ocasión se habían aprovechado de esa situación sin necesitarlo. Igualmente casi todos conocemos al vecino que ha pedido la tarjeta de aparcamiento y una delimitación en su puerta, porque su familiar (padre, madre, hija/o…) tiene movilidad reducida, nunca lo llevan en coche… pero él tiene la excusa perfecta para aparcar en lugares reservados, y tener uno exclusivo en su puerta (que encima algunas veces ni utilizará, aparcará dos metros más adelante y “joderá” a los vecinos de alrededor).

Y después llegarán casos, como de mi compañera Mila (que la nombro mucho porque es muy buen ejemplo), que realmente necesita más espacio para sacar su silla de ruedas del coche y empezar a hacer vida normal, como tú y como yo, y algún desaprensivo ha aparcado en reservado porque hace uso fraudulento de la tarjeta, o no ha respetado la zona de transferencia, o “era sólo un momentito”.

En fin, espero que no “me se” malinterprete. Como antes he dicho, no generalizo, pero al ser personas como tú y como yo, y vivir en un país tan picaresco como este, también tienen sus mañas. Y no es algo negativo, al contrario, es una razón más para que de una puñetera vez “se les vea como personas normales”.


Ah, por cierto, diversidad funcional no es movilidad reducida. Esos ayuntamientos “progres” que cambian sus placas de aparcamiento… deben saber que lo correcto sería “excepto personas acreditadas con movilidad reducida”. Yo tengo “diversidad funcional digestiva” y eso no me limita la movilidad… de momento :P .



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