sábado, 13 de abril de 2013

Una vez al año...puede o no hacer daño


Hace ya un tiempo que el 14 de abril se convirtió en un día especial para mí. Podríais pensar: claro, conmemoración de la II República, y no iríais mal encaminados. Pero aparte, parece que, sobre todo, los últimos años, han tenido un cariz distinto.

Podríamos empezar por el año 2010 (antes habían sido 14’s normalitos).  Ese día me pilló en Gijón en un congreso estatal de trabajo social. Tras 12 o 13 horas de autobús, llegamos una gran delegación de estudiantes de la UPO, a eso de las 6 de la mañana, a un albergue que estaba cerrado. Hacía frío, nadie nos recibía, y nos metimos un poco “a la fuerza”. ¿Qué íbamos a hacer? Pablo y yo nos fuimos a una escalera y nos acostamos cada uno en un escalón hasta las 9 que nos fuésemos todos (más bien todas, porque hombres habíamos pocos) a la universidad laboral. La gente se quedaba dormida en las conferencias y yo me dediqué a hacerles fotos. Por la noche, las estudiantes gijonenses nos invitaron a la “movida asturiana”. Tras muchas botellas de sidra, nos acostamos en nuestras respectivas habitaciones de 26 personas.  Al día siguiente, con mi compañera Eva a la manifestación tricolor. Una experiencia inolvidable, la verdad.

El año siguiente, 2011, comencé mi 14 de abril viajando. La primera vez que iba solo “tan” lejos. Pillé un avión hasta Valencia; desde el aeropuerto, el metro hasta el centro, y dí muchas vueltas hasta que saliese mi tren a Benicarló, provincia de Castellón. Iba a conocer a una persona que por un tiempo sería muy importante en mi vida. Fue un encuentro bonito y vi una ciudad tan bonita como Peñíscola, a la que tengo que volver como sea. Por supuesto, llevaba mi bandera tricolor en la maleta “por si acaso”, pero por allí hay poca izquierda.

Madrid, 14 de abril de 2012. Año en el que vivía allí, estudiando el último curso de antropología. El día comenzó con una granizada impresionante que casi me arría el salón del piso. Yo estaba en la cocina haciendo mi famoso pollo con almendra porque esa noche invitaba a cenar a una chica que se había convertido en especial por la red, y qué menos que vernos en persona. Por la tarde, pillé mis banderas republicana y andaluza, y me planté solo en la manifestación. Me llovió, pero me daba igual; tenía ganas de gritar, saltar, reivindicar…Llegó la hora de la cena, apareció la chica, y todo muy bien hasta que suena el teléfono y chorro de agua fría: un amigo había muerto de repente. Ese fue el año de las desapariciones, porque desapareció mi amigo, y a las pocas semanas desapareció también la chica y no volví a saber de ella.

Este año no se qué deparará el 14 de abril. A un día prefiero ni hacer conjeturas. Lo poco que llevo de año ha sido…un tanto extraño, sin estudiar, sin trabajar, sin nada motivador…Creo que ya os contaré cuando pase justo un año cómo fue mi día.

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