No quisiera ser yo muy políticamente
incorrecto en este post, pero hay cositas que me tocan la “corrección”. De
hecho, en el mismo título ya lo he sido; he utilizado “discapacitado” cuando no
estoy de acuerdo en sujetivar lo adjetivable. Pero me ha venido muy al caso al
recordar aquellos “pobres de solemnidad” que existieron en las leyes o normas
de algunos países occidentales (sí, España entre ellos) desde la Edad Media
hasta casi mediados del siglo XX, y eran aquellas personas acreditadas como
pobres por el estado, y tenían un certificado o salvoconducto que les permitía
mendigar legalmente.
Bien, a lo que iba. El pasado día
21 de marzo se celebraron muchas cosas; fue el día internacional de la
eliminación de la discriminación racial, el día de la poesía, de los bosques,
del trabajo social, y del síndrome de Down. El que yo suelo celebrar es el
penúltimo, al ser el que me toca más de lleno, pero el último también me toca
por aquello de mi objeto constante de investigación. Y me sorprendieron algunas
cositas, o como en mi familia gusta llamarlas, “perlitas”:
- La campaña de “ponte un calcetín distinto”, algo así como para celebrar la diversidad del colectivo de personas con síndrome de Down. A ver, haciendo un poco de abogado del diablo: ¿por qué los calcetines y no los zapatos, que son los visibles? El calcetín va por dentro, y en la mayoría de las ocasiones no se ve. ¿Acaso queremos ser reivindicativos pero que no se note mucho, algo así como ir en una manifestación por el acerado cuando el objetivo es ocupar la calzada? Yo hubiese abogado más quizás por la camiseta (que hace tiempo que está a la venta) con el mensaje “Keep calm, it's only an extra chromosome” (Calma, es sólo un cromosoma extra).
- La vuelta a las andadas de mi “querida” Toñi, y no hablo de Toñi Corona, que es querida sin comillas, sino de Toñi Moreno, la del “¿qué tengo? ¡llamada!”; la de los programas lastimeros y caritativos de Canal Sur. Hace unas semanas ha vuelto con un programa llamado “Gente maravillosa”, donde mediante cámaras ocultas y situaciones “injustas”, ve quién es una “persona maravillosa o una cabrona”. De nuevo mostrando situaciones de la vida cotidiana de conciencia ciudadana como si fuese un comportamiento extraordinario, con el “periodismo amarillista” que tanto gusta a la audiencia de Canal Sur.
Sí, no me he ido
mucho por las ramas. El último programa iba sobre un cajero de supermercado con
síndrome de Down al que una de las “personas-cebo” insultaba a viva voz ante la
mirada atónita de alguna gente de la cola que casi la “remoñean” saliendo en
defensa del trabajador. Un comportamiento que yo lo veo como habitual lo
muestran como extraordinario. Ahora la persona llora, Toñi llora, y ya
tenemos el espectáculo servido a costa
de la discapacidad.
·
En los
casos anteriores, y en el hablar del día a día, se utilizan palabras y gestos
lastimeros e infantilizadores dirigidos al colectivo de las personas con alguna
discapacidad intelectual. Ya comenté algo en el anterior post: ¿por qué cederle
el sitio en el autobús a una persona con síndrome de Down si no presenta
movilidad reducida? ¿Por qué se les habla y se les explican las cosas como si
fuesen “niños eternos”, o nos sorprende tanto verles en pareja, como “seres
asexuados” y angelicales?
Pero no, no culpo a nadie, no os
lo toméis como una reprimenda. Creo que el problema sigue estando en nuestro
inconsciente colectivo que se reproduce con la enculturación (o socialización,
como más gustéis) e introducir cambios en ese inconsciente es muy complicado.
Lo primero porque hay que hacerlo desde el “consciente”, desde la educación, y
en una sociedad que camina hacia atrás, nos podemos dar con un canto en los
dientes de que por lo menos puedan acceder a un trabajo y no estén
institucionalizados (aunque todavía quedan muchos “aparcados” con capacidad
para hacer cosas increíbles por la sociedad). Y lo segundo, porque la sociedad
capitalista está empezando a sustituir ya a personas que se consideran
“normales” en el mercado laboral, cuanto más si se trata de personas con alguna
discapacidad.
En fin, que la próxima vez que te
adhieras a una campaña del tipo “calcetín diferente”, aparte recuerda que una
persona con síndrome de Down también siente, ama, folla, odia, y todo lo que
hacemos los “no trisómicos”. Que no son niños/as si ya
cumplieron los 18, y que no hay que sentir lástima, sino dotarles de
herramientas para que tengan una autonomía personal y una vida independiente
como cualquier ciudadano de derecho. No hay que empoderarlos, hay que promover
que se empoderen (ahora que está tan de moda este palabro).
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