martes, 4 de abril de 2017

El lastimismo y los “discapacitados de solemnidad”

No quisiera ser yo muy políticamente incorrecto en este post, pero hay cositas que me tocan la “corrección”. De hecho, en el mismo título ya lo he sido; he utilizado “discapacitado” cuando no estoy de acuerdo en sujetivar lo adjetivable. Pero me ha venido muy al caso al recordar aquellos “pobres de solemnidad” que existieron en las leyes o normas de algunos países occidentales (sí, España entre ellos) desde la Edad Media hasta casi mediados del siglo XX, y eran aquellas personas acreditadas como pobres por el estado, y tenían un certificado o salvoconducto que les permitía mendigar legalmente.

Bien, a lo que iba. El pasado día 21 de marzo se celebraron muchas cosas; fue el día internacional de la eliminación de la discriminación racial, el día de la poesía, de los bosques, del trabajo social, y del síndrome de Down. El que yo suelo celebrar es el penúltimo, al ser el que me toca más de lleno, pero el último también me toca por aquello de mi objeto constante de investigación. Y me sorprendieron algunas cositas, o como en mi familia gusta llamarlas, “perlitas”:

  •       La  campaña de “ponte un calcetín distinto”, algo así como para celebrar la diversidad del colectivo de personas con síndrome de Down. A ver, haciendo un poco de abogado del diablo: ¿por qué los calcetines y no los zapatos, que son los visibles? El calcetín va por dentro, y en la mayoría de las ocasiones no se ve. ¿Acaso queremos ser reivindicativos pero que no se note mucho, algo así como ir en una manifestación por el acerado cuando el objetivo es ocupar la calzada? Yo hubiese abogado más quizás por la camiseta (que hace tiempo que está a la venta) con el mensaje “Keep calm, it's only an extra chromosome” (Calma, es sólo un cromosoma extra).

 
  •         La vuelta a las andadas de mi “querida” Toñi, y no hablo de Toñi Corona, que es querida sin comillas, sino de Toñi Moreno, la del “¿qué tengo? ¡llamada!”; la de los programas lastimeros y caritativos de Canal Sur. Hace unas semanas ha vuelto con un programa llamado “Gente maravillosa”, donde mediante cámaras ocultas y situaciones “injustas”, ve quién es una “persona maravillosa o una cabrona”. De nuevo mostrando situaciones de la vida cotidiana de conciencia ciudadana como si fuese un comportamiento extraordinario, con el “periodismo amarillista” que tanto gusta a la audiencia de Canal Sur.

Sí, no me he ido mucho por las ramas. El último programa iba sobre un cajero de supermercado con síndrome de Down al que una de las “personas-cebo” insultaba a viva voz ante la mirada atónita de alguna gente de la cola que casi la “remoñean” saliendo en defensa del trabajador. Un comportamiento que yo lo veo como habitual lo muestran como extraordinario. Ahora la persona llora, Toñi llora, y ya tenemos  el espectáculo servido a costa de la discapacidad.

·          En los casos anteriores, y en el hablar del día a día, se utilizan palabras y gestos lastimeros e infantilizadores dirigidos al colectivo de las personas con alguna discapacidad intelectual. Ya comenté algo en el anterior post: ¿por qué cederle el sitio en el autobús a una persona con síndrome de Down si no presenta movilidad reducida? ¿Por qué se les habla y se les explican las cosas como si fuesen “niños eternos”, o nos sorprende tanto verles en pareja, como “seres asexuados” y angelicales?
Pero no, no culpo a nadie, no os lo toméis como una reprimenda. Creo que el problema sigue estando en nuestro inconsciente colectivo que se reproduce con la enculturación (o socialización, como más gustéis) e introducir cambios en ese inconsciente es muy complicado. Lo primero porque hay que hacerlo desde el “consciente”, desde la educación, y en una sociedad que camina hacia atrás, nos podemos dar con un canto en los dientes de que por lo menos puedan acceder a un trabajo y no estén institucionalizados (aunque todavía quedan muchos “aparcados” con capacidad para hacer cosas increíbles por la sociedad). Y lo segundo, porque la sociedad capitalista está empezando a sustituir ya a personas que se consideran “normales” en el mercado laboral, cuanto más si se trata de personas con alguna discapacidad.


En fin, que la próxima vez que te adhieras a una campaña del tipo “calcetín diferente”, aparte recuerda que una persona con síndrome de Down también siente, ama, folla, odia, y todo lo que hacemos los “no trisómicos”. Que no son niños/as si ya cumplieron los 18, y que no hay que sentir lástima, sino dotarles de herramientas para que tengan una autonomía personal y una vida independiente como cualquier ciudadano de derecho. No hay que empoderarlos, hay que promover que se empoderen (ahora que está tan de moda este palabro).

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