sábado, 22 de enero de 2022

Insomnio

[...] A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro. Y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma [...].

Hace tres años que no me paso por aquí y creo que no es la primera vez que pongo en parte o completo este poema de Dámaso Alonso. Siempre me he sentido muy identificado con él, y en las noches de insomnio, mucho más. Posiblemente esto sólo lo lea yo mientras lo escribo, pero siempre dicen que el escribir sirve como terapia.

Para qué nos vamos a engañar (o autoengañar): el año no terminó bien, ni ha empezado bien. Seguro que soy uno de esos tantos damnificados por la pandemia aunque no me haya infectado (que yo sepa). Hablo del daño psicológico. A quienes ya llevábamos arrastrando algo, la situación de encierro y escaso contacto social nos ha dejado "tocados", y si hemos tenido que lidiar con estrés extra, como trabajar en primera línea de servicios sociales tragando problemas, intentar finalizar una tesis en el poco tiempo libre, y finalizar relaciones...

Pero quizás lo más jodido de todo esto son las pesadillas y el insomnio. Ya sabemos que el sueño tiene una función reparadora de nuestro estado neuronal-neurológico, y estar privado de él, causa estragos en una persona. Si las pocas horas de sueño vienen acompañadas por pesadillas, la escasa oportunidad de descanso se desvanece y el malestar se agudiza. Pruebas todo tipo de remedios naturales que a ti no te remedian, pruebas a meditar cuando tu estado mental no te lo permite, y el último recurso que te queda, si quieres evadirte, son los "químicos". Sí, las benzodiacepinas, es decir, esas drogas legales que se recetan como caramelos pero son muy adictivas.

Lo siguiente que escriba será seguramente sobre el después de los antidepresivos, que también tiene su historia, pero no es lo que me compete hoy.

En fin, que ante estos casos, hay que buscar ayuda profesional. Yo ya lo he hecho y aún así, aunque ya haya empezado un proceso, sé que tardaré un poco en mejorar, y mientras tanto, como no tengo químicos, me queda que pasarlo mal. Pero al fin y al cabo, hay que aceptar que en la vida vendrán etapas como esta y no autoengañarse (ya es la segunda vez que utilizo esta palabra). No elaborar duelos o dejarlos para más adelante es muy perjudicial, créeme.

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