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viernes, 17 de diciembre de 2010

lunes, 29 de noviembre de 2010

Desesperanza (Mt 3, 1-2)

La fe es como una fábrica de sueños; la desesperanza es una pesadilla. Viene enmascarada de realismo y de lucidez, pero es ciega, torpe y destructiva. ¡Qué maduro e inteligente parece el que ve todas las dificultades a cualquier proyecto sin atreverse a proponer nunca nada!

El camino de la desesperanza puede tener muchos comienzos, pero siempre acaba en el mismo sitio, en el “no”: no puedo, no es posible, no lo intentes; en el “no vivas que yo ya me conformo con enmascarar mi vaciedad”.

Uno de los comienzos preferidos de la desesperanza es el orgullo. En cuanto se descuida, el que cree se cree superior a los demás y autosuficiente para vivir, se encuentra con su propia realidad que es, como la de todos, insignificante, pobre y débil. Derribada nuestra torre de naipes nos parece que ya nada tiene sentido.

Otro de sus comienzos preferidos es echarle la culpa a los otros de alguna de las desgracias de nuestra vida, y no dejar de darle vueltas a su torpeza o maldad. Siempre alguien podría ser de otra manera, hacer otra cosa, tratarnos de forma distinta. Una vez que hemos puesto nuestra felicidad en manos de quien no puede devolvérnosla, no nos queda sino murmurar amargamente de los demás y de nuestra mala suerte. 

La única fuente de Esperanza es saberse querido y elegido, acogido y perdonado, incondicionalmente amado. Quizás tú seas de los que hoy se dejan soñar... por el amor.

J. J. Castellón, desde Pekín (R.P. de China)

lunes, 8 de noviembre de 2010

Revolución desde la base (Lucas 21,5-9)

Sed revolucionarios y no le temáis a los poderes de este mundo que intentan siempre que pongáis a su servicio, primero, vuestro tiempo, después vuestro dinero, y, por último, vuestra alma y vuestros sentimientos.

Sed revolucionarios y negaos a que vuestro horizonte sean parejas esporádicas que enmascaran vuestra soledad. Buscad el amor con la “A” mayúscula de la entrega, y con la “a” minúscula de la debilidad.

Sed revolucionarios y acoged en vuestro corazón y en lo cotidiano de vuestra vida al pobre, al débil, al que a otros estorba. Siempre será fuente de alegría, de aventura, de generosidad. Que el inmigrante, que el toxicómano, que todo el que soporta la mirada desconfiada de muchos, encuentre en vuestros ojos una mirada amiga.

Sed revolucionarios y no os avergoncéis, en ningún momento, ante nadie, de la fe que os da vida. Rezad, aunque os vean; hablad de la persona de Jesús, si creéis que los demás lo necesitan; no os conforméis con los pecados de la Iglesia, aunque algunos quieran apedrearla por ellos, y otros simplemente negarlos ciegamente.

Sed revolucionarios, y mirad cómo este mundo nuestro puede ir acogiendo el mundo nuevo que Jesucristo abrió con su muerte y resurrección. Tanto ha de cambiar este mundo, a veces, tan inhumano…, y nunca el mundo cambió sólo. Hoy nos toca a nosotros.

"El Evangelio del Domingo", J. J. Castellón, desde Pekín (China)

sábado, 26 de junio de 2010

La galana i la mar

Hace ahora unos dos años volví a Toledo, con un poco más de consciencia, y me enamoré de la cultura sefardí. Allí, paseando por las callejuelas de la judería, estrechas y ensombrecidas, con las casas apiñadas, se escuchaba de fondo una música de tipo medieval. Siguiéndola, llegué a un lateral de la catedral, y allí estaba Ana Alcaide, una bióloga botánica que curiosamente toca una viola de teclas y, a su son, canta antiguas coplillas sefardíes. Todavía se me ponen los vellos de punta al recordar aquella primera canción, "La galana y el mar".

Ayer, descansando entre estudio y lectura, descubrí por la red a otra cantante sefardí. Esta vez de orígen judío y residente en Londres; Mor Karbasi. En uno de sus discos tiene una versión de esa canción que tanto me gusta, pero cantada mucho más en el idioma ladino. De hecho se titula "La galana i la mar". Os dejo el video y la letra en ladino (que no son faltas de ortografía). Yo no he parado de escucharla hoy.



La espozica está n'el baño,
vestida de colorado,
Echate a la mar, échate a la mar y alcánçalo, 
échate a la mar.

Si, a la mar yo bien m'echava,
si la suegra licencia me dara,
Echate a la mar, échate a la mar y alcánçalo, 
échate a la mar.

Ya salió de la mar la galana,
con un vestido de silma blanca.
  Echate a la mar, échate a la mar y alcánçalo, 
échate a la mar.

Entre la mar i el río,
vestida de amariyo.
Echate a la mar, échate a la mar y alcánçalo, 
échate a la mar.

Entre la mar i la arena,
cresió un árvol de canela.
Echate a la mar, échate a la mar y alcánçalo, 
échate a la mar.

miércoles, 7 de abril de 2010

La isla de las emociones y los sentimientos

Hubo una vez, una isla donde habitaban todas las emociones y todos los sentimientos humanos que existen. Convivían por supuesto, el temor, la sabiduría, el amor, la angustia, la envidia, el odio… Todos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila e incluso previsible. A veces la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Constancia lograba aquietar el Descontento.

Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces el Conocimiento dijo:- Tengo una mala noticia que darles, la isla se hunde. Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:-¡No, cómo puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre! El Conocimiento repitió:- La isla se hunde. -¡Pero no puede ser! ¡Quizá estás equivocado! – el Conocimiento casi nunca se equivoca – dijo la Conciencia dándose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde. -¿Pero que vamos hacer ahora?- Se preguntaron los demás. Entonces el Conocimiento contestó: -Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de dejar la isla… Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella. -¿No podrías ayudarnos? – Preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad. – No- dijo el Conocimiento-, la Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto volaremos hasta la isla mas cercana.

Las emociones dijeron:- ¡No! ¡Pero, no! ¿Qué será de nosotras? Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y llevando de polizón al Miedo, que como no es tonto ya se había escondido en el motor, dejaron la isla. Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, en velero…Todas…salvo el Amor.

Porque el Amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:- Dejar esta isla…después de todo lo que viví aquí…¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahh…compartimos tantas cosas…
Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subió a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacerlo en otros tiempos. Tocó cada piedra…y acarició cada rama…Al llegar a la playa, exactamente desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor.

-Quizá la isla se hunda por un ratito…y después resurja…¿Por qué no?- Y se quedo días y días midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible…
La isla se hundía cada vez mas…sin embargo el Amor no podía pensar en construir, porque estaba tan dolorido que solo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería. Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande y que aun cuando se hundiera un poco, siempre él podría refugiarse en la zona mas alta…cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él. Así que, una vez mas, tocó las piedrecitas de la orilla…y se arrastró por la arena…y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa que antes fue enorme…

Luego, sin darse demasiado cuenta de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que mas le gustaba, era la mas elevada…

Y la isla se hundía cada día un poco más…y el Amor se refugiaba cada día en un espacio más pequeño…- después de tantas cosas que pasamos juntos- le reprochó a la isla.
Hasta que, finalmente sólo quedó una minúscula porción de suelo firme, el resto había sido tapado completamente por el agua. Justo en ese momento el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la tierra…
Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahía.
Ya no había posibilidad de construirse una salida como la de todos, había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos.

Desde allí podría ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros le comprendiera y le llevara.
Observando el mar, vio venir el barco de la riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía. –Riqueza, tu que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarías hasta la isla vecina? Yo sufrí tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote…y la Riqueza le contesto:- estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento…-y siguió su camino sin mirar atrás.

El Amor siguió observando, y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos y florecitas de todos los colores. Llamaba muchísimo la atención. El Amor se estiró un poco y gritó:- ¡Vanidad…Vanidad…llévame contigo! La Vanidad miró al Amor y le dijo:- me encantaría llevarte, pero…¡Tienes un aspecto!¡Estás tan desagradable! tan sucio y tan desaliñado, perdón pero creo que afearías mi barco- y se fue.

Y así el Amor pidió ayuda a cada una de las embarcaciones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta al Odio. Y cuando pensó que ya nadie más pasaría, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.
Tristeza, hermana- le dijo- tu que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquí, eres tan sensible como yo..¿Me llevarás contigo?
Y la Tristeza le contestó: – Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste…que prefiero estar sola- y sin decir más, se alejó.


Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta de que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, él i la isla iban a hundirse en el mar hasta desaparecer. Entonces se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla a esperar el final…


De pronto el Amor escuchó que alguien chistaba:- chst, chst, chst…
Era un desconocido viejito que le hacía señales desde un bote de remos. El Amor se sorprendió:- ¿A mi?- preguntó, llevándose una mano al pecho. –Si,si- dijo el viejito-, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo. El Amor le miró y quiso darle explicaciones:- Lo que pasó fue que yo me quedé…- Entiendo- dijo el viejito sin dejarle terminar la frase-, sube.

El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de ver como el último centímetro que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecía para siempre.
Nunca volverá a existir una isla como esta – murmuró el Amor, quizá esperando que el viejito le contradijera y le diera alguna esperanza. – No- dijo el viejo, como esta, nunca.

Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo. Se dio cuenta de que iba a seguir existiendo. Giró sobre sus pies para agradecerle al viejecito, pero este, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido. Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:- ¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó… Nadie comprendía que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera se quien es…La Sabiduría lo miró a los ojos un buen rato y dijo:- Él es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una perdida le hace creer que es imposible seguir adelante. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.

Jorge Bucay




El tiempo lo cura todo, en cambio, Virgilio cita en las Geórgicas, "tempus fugit" (el tiempo huye). Estamos determinados por el tiempo...pero por el concepto que nosotros mismos hemos creado.

sábado, 19 de diciembre de 2009

La intolerancia sale cara

Hoy voy a desviarme un poco de mis temas habituales, y aunque el título del post confunda, no voy a hablar de intolerancia social, política, racial...sino de intolerancia alimentaria.

Resulta que, por unas cosas y otras, me han recomendado no tomar determinados alimentos, y entre ellos están el trigo, el maíz y todo lo que contenga lactosa. Y me podrían decir: "llégate a Mercadona, que encuentras de todo lo que necesites". Eso es relativo. Resulta que un paquete de fideos normales puede costar...unos 60 céntimos el kilo, mientras los fideos de pasta de arroz cuestan 2,50€ el medio kilo. Un mollete de los de siempre puede costar unos 40 céntimos, mientras que en una tienda especializada cuesta el pan sin glúten unos 3'20€ dos panecillos de 10 centímetros de diámetro.

Y así podría estar hablando horas y horas de alimentos de este tipo. Por lo que digo yo, ¿es un lujo estar enfermo como para que productos de primera necesidad tripliquen los precios "normales"?

Ahora que llegan estas fechas navideñas, donde el precio de los alimentos se dispara, voy a decidir no estar enfermo, porque además del intestino, me van a doler los bolsillos una barbaridad.

martes, 4 de noviembre de 2008

En las fiestas de San Juan unos vienen y otros van

Hoy no voy a criticar a nadie...o puede que sin darme cuenta sí lo haga. Sólo dejaré uno de mis escritos de hace un tiempo, y creo que es muy acorde con la atmósfera con la que me estoy topando últimamente...todo el mundo está igual :S


Era pequeño y no sabía con lo que jugaba. Le habían advertido pero mientras más se prohíbe, más morbo da. –No juegues con él, es por tu bien- Le repetían una y mil veces…pero Santi no se daba por vencido. Quería experimentar nuevas sensaciones, quería sentirse vivo…y tenía al sujeto indicado para ello.

Un día inesperado, cuando parecía que una especie de vínculo los unía, éste puso una zancadilla a Santi, y cayó a un pozo cercano. En el fondo sólo había lodo, y sus pies quedaron hundidos. Como estaba en un lugar apartado, nadie lo oía, y empezó lo que sería su suplicio. Allí abajo hacía frío, había un ambiente húmedo que calaba los huesos y hacía que el aire fuese casi irrespirable. Sus pies comenzaron a cubrirse de raíces y se fue amoldando al pozo; aquél era su destino. La vida no era fácil en aquellas condiciones: estaba solo, a oscuras, con un inmenso dolor en su cuerpo y en su alma…

Al cabo del tiempo, quien lo traicionó volvió a por él. Venía con una actitud tierna y sensible. Le tendió su mano y tiró. Los pies de Santi se liberaron de las raíces; sus pulmones volvieron a respirar aire limpio y sus ojos experimentaron el resplandor del sol. Todo había terminado; sus años de dolor se tornaban en una recompensa de bienes. Decidió dar otra oportunidad, aunque de nuevo llegaron las advertencias –No juegues con él, es por tu bien, en serio- Pero después de tanto tiempo metido en vinagre, ¿quién rechaza un terrón de azúcar?

Ésta vez todo era como más mágico; sentía como si flotase, como si viviese en una nube. No podía creer que aquello le estuviese sucediendo. Pero poco a poco fue sintiendo un mal presentimiento; todo era demasiado bonito como para acabar bien…y no estaba equivocado. Poco tiempo después volvieron a los alrededores del pozo con la excusa de taparlo y así no causaría más daños; además, como estaba prácticamente seco, no tenía ninguna utilidad. Santi se asomó por el aro y un escalofrío le corrió por todo el espinazo. Sintió cómo una mano se posaba en su espalda y lo empujaba. Quedó agarrado al aro del pozo con las manos, mientras su traidor, que lo miraba con ojos de lujuria, le golpeaba los dedos para que se soltase.
Todo estaba perdido de nuevo; sus ojos se oscurecieron, sus pies enraizaron y su aliento se volvió tibio.
– ¡Con qué facilidad se nos va todo a la mierda!- pensó.

Un día de invierno, una tormenta acechaba los campos colindantes al pozo. Tronaba, y el estruendo chocaba en las paredes junto a los destellos de los relámpagos. Comenzaron a caer pequeñas gotas de agua, hasta que se convirtió en un verdadero aguacero. El pozo comenzó a llenarse de agua, y Santi pensó: - Si se inunda, subiré con el agua y podré salir-. Pero no…recordó que sus pies estaban hundidos en el lodo y las raíces lo tenían sujeto. El nivel del agua iba ya por la cintura, y su agonía aumentaba cada minuto. Chillaba, se movía espasmódicamente intentando liberarse, y sobre todo lloraba. No había remedio; decidió rendirse y dejarlo todo en manos de un dios, si es que había. El agua le cubrió por completo, y sus pulmones se encharcaron. La sangre se le licuó y su corazón se paró…Comenzaron a aparecer burbujas…hasta que todo acabó.

Cuando descubrieron el cuerpo, observaron que en la mano derecha tenía una herida en forma de corazón roto. Lo llevaron a enterrar; su tumba cayó en el olvido y se cubrió de hiedra. En el epitafio podía leerse con dificultad: “No juguéis con él, os lo digo por vuestro bien; os acecha buscando a quien devorar…”
Un 1 de noviembre, una persona curiosa se acercó a la lápida raída y casi tapada. Retiró la hiedra y vio que el epitafio seguía diciendo: “…Si llama vuestra puerta, temedle. Echad el cerrojo y tapad las rendijas…Responde al nombre de Amor”.