En una cultura en la que prevalece la orientación mercantil y en la que el éxito material constituye el valor predominante, no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema que gobierna el mercado de bienes y de trabajo.
Erich Fromm
Crisis…esa palabreja que nos inunda en estos momentos. ¿Estás en crisis? Sólo hay una manera de comprobarlo: mira a tu alrededor, mira en tu interior, mira a los demás, y si todo ha cambiado de golpe y tus pilares se tambalean, eres uno más de los que entramos en este saco.
Estamos eclipsados por la crisis económica pero, ¿qué pasa con los demás ámbitos de la vida? ¿Tan economicistas nos hemos vuelto que sólo le damos importancia al dinero?
Me parece curioso cuando se analiza a la sociedad como sistema y se observan sus comportamientos. Medios de comunicación, gobiernos, poderes fácticos en general, nos guían hacia la solución de nuestros males: el consumo. Y voy a pasar a hablar de los distintos tipos de consumo que veo en esta sociedad.
En la cima de la pirámide encontramos el consumismo de masas; ese que, según el capitalismo, reactiva el mercado y lo estabiliza. Nos orientan a comprar y comprar, aunque no nos sea necesario, pero serás un perdedor si no tienes “tal o cual” aparato, prenda, perfume, o cualquier producto que esté de moda. Es una forma de control; nos copan nuestras necesidades básicas y las redirigen hacia otras secundarias, terciarias…e incluso no necesarias.
En el centro situaría el consumo de valores. Con esto del pensamiento global, la personalidad cada vez tiene menos sentido, y las personas que se dejan llevar por la corriente, van buscando alguna exclusa en el río de la sociedad donde pararse a por provisiones para su barco. Eso si, como es un barco de vela, ante una corriente que los haga navegar más rápido, cambiarán de rumbo y entrarán en otra exclusa que les convenga más. Al final, serán personas vacías que enlazarán con el siguiente tipo de consumo.
Por último, en la base, estaría el consumo de personas, muy relacionado con el consumo de valores. Tanto en las relaciones amorosas como en las amistosas, prima el valor del “si tú me das, yo te doy”, o el intentar sacar provecho de la relación. Cuando llega alguien con algo nuevo, hacemos como en un puesto de uvas: las pruebo, y si me gustan, cambio de racimo; si no, me callo y sigo con el mío. A tanto hemos llegado que estamos consumiendo personas, como si esto fuese un mercado de abastos. En las relaciones amistosas, quien tiene un problema es desechado, porque es un miembro que trae mal rollo al grupo, y en las relaciones de pareja, la infidelidad está a la orden del día porque necesitamos probar de muchos frutos vistosos…sin darnos cuenta de que los más elegantes suelen ser transgénicos, y su interior se pudrirá antes que un fruto más humilde pero bien cultivado en tierra ecológica.
Sí, sé que he utilizado muchas metáforas para hablar de este consumismo sistémico, pero creo que las parábolas siguen siendo una buena forma de no decir las cosas tan directas, y tienen incluso su misión pedagógica.
La verdad es que lo que más me preocupa en estos momentos es el último tipo de consumismo, porque sin unas relaciones personales fuertes, todo se convierte en vacío. Sin unos sentimientos verdaderos, todo se convierte en una simple relación de conveniencia, en un sinsentido, y en un arma de doble filo para quien no piensa de esa forma tan fría. No es que lleguemos al amor cortés del siglo XVIII, pero por favor, un poco de calidez en las relaciones no estaría mal.
En fin, seguiré con mi utopía de intentar cambiar el mundo antes de que él me cambie a mí.
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Libro recomendado: Todo (no) terminó, de Silvia Salinas
1 comentario:
¿Ves? Esto es lo que te decía en la entrada de más arriba.
Pero me gustaría indicarte que ese "consumo de personas" del que hablas no es algo característico del capitalismo, eso ya se veía mucho antes.
Lee autores del XVII, por ejemplo, ahí ya se veía (por no hablar de que entonces la esclavitud estaba en alza. Aunque no sea exactamente lo mismo da una idea del valor que los seres humanos damos realmente a la vida de los demás).
Las metáforas están bien, pero es mejor decir las cosas directamente.
Buena cita ;)
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