domingo, 26 de febrero de 2012

"He venido a liberar a los presos"

Hacía muchos años que tenía ganas de visitar el lugar. Rouco Varela los quiso clausurar; José Bono fué a una de sus celebraciones en época de campaña electoral, Willy Toledo y demás actores del colectivo animalista estuvieron en allí en domingo de resurrección...

Tras bajar del tren de cercanías de Asamblea de Madrid (barrio de Vallecas), totalmente desorientado, doy con una zona repleta de niños jugando y personas mayores disfrutando del sol dominguero. Voy hacia la derecha, pero me vuelvo hacia la izquierda...Pregunto, -¿la parroquia?-, responden -aquello que ves allí-. Camino de frente hacia un edificio que parece estar en ruinas, con una pequeña espadaña y una campana que parece no moverse. Grafittis en las paredes, un solar abandonado a un lado, y puertas cerradas. -¿Me habré equivocado de hora?- En una de las paredes, una placa: "Parroquia San Carlos Borromeo".

En el lateral, una pequeña puerta y gente charlando. -Hay celebración ahora, ¿verdad?- pregunto, y me indican que pase. Desde una puerta antigua y esconchada se accede a una sala con bancos dispuestos alrededor de una mesa. Se escucha la rumba "Bienvenido a tu casa" del grupo Siempre Así y gente que intenta cantarla a la vez que el radiocd. En la pared de la derecha, un gran grafitti-mural de un Cristo resucitado con la frase "He venido a liberar a los presos". Termina la canción y el hombre sentado tras la mesa de madera comienza a hablar. Como varias personas no somos "habituales" allí, nos pide que nos presentemos y contemos un poco de nosotros. Tras ésto, cuenta que el vicario de zona visitó la parroquia por sorpresa y al no encontrarlo, lo llamó y le dijo que una parroquia no era el lugar apropiado para celebrar una fiesta de carnaval; que era el segundo aviso que le daba.

Tras él, señoras mayores (pero se ve que jóvenes de espíritu) toman la palabra y defienden todos sus actos alegando que "ni el vicario ni el cardenal Rouco se han dignado nunca a ir a la parroquia como para mandar ese tipo de espías amenazantes". -Anda, y yo que pensaba que venía a una misa-

Tras las sucesivas muestras de indignación, que duran casi una hora, se da lectura al evangélio. No lo lee un sacerdote ni un diácono; lo lee una mujer que parece haber sufrido cáncer y se está recuperando de ello (por lo que cuenta antes de leer). Tampoco hay homilía (sermón); son los propios asistentes quienes dan su punto de vista. Hasta sale el tema de Urdangarín. Después, en la mesa, dos cestas con pan de barra cortado en rebanadas y dos copas de cristal con vino tinto. El hombre que ya he reconocido como sacertote levanta cada especia, las vuelve a poner en la mesa, y la gente se levanta a coger su trozo de pan y mojarlo en el vino. Yo hago lo mismo. Y tras la celebración, se convocan a varias movilizaciones sobre la reforma laboral y a favor del cierre de los CIES. Varias personas vienen a darme la bienvenida, y el sacerdote me invita a volver cuantas veces quiera, al igual que a un plato de paella que acababan de hacer en otro salón.

Allí he visto a gente en chandal, en traje de chaqueta y corbata; gente que parecía muy "normalizada" y otros que parecían sufrir exclusión social. Personas que parecían autóctonas de Madrid, y otras de Latinoamérica, África, y otras partes del mundo. Incluso en el tren de vuelta he hecho el viaje acompañado por el compañero de piso, brasileño, de Enrique Martínez, un escritor de la Escuela de Exclusión Social, y autor del libro "Cachorros de nadie" que hace tanto tiempo compré y releí.

¿Mi impresión? Creo que es la segunda vez en mi vida que acudo a una celebración cristiana tan pura como esa (la primera fué muy parecida, la hizo mi amigo Joaquín Castellón en medio de la sierra de a Fuensanta (Córdoba), en un campamento de verano). Esta visita ha hecho que crezca mucho más mi fé, que me reafirme como cristiano, y me ha mostrado que no soy "tan raro" como pensaba. Esto me ha hecho seguir creciendo en la idea de que todavía existe la verdadera Iglesia Católica, y no lo que nos quieren vender desde las altas jerarquías vaticanas. Pero también me ha entristecido que quiera ser diezmada por su propio cardenal.

Volveré a Entrevías, no lo duden.

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