viernes, 13 de febrero de 2015

Cantelyngrado, un sentimiento

Uno oye tanto, uno lee tanto, y uno piensa tanto, que al final llega a dar asco, como diría mi amigo Guajo.

Hoy vengo a hablar de Cantelyngrado, también llamado "Cantelymburgo" por gente que todavía no era capaz de asociar el sufijo con los ideales, y también por simple desconocimiento. Mi historia con "ello", con ellas, con ellos, es posible que ya la haya contado, pero comienza tras un "ataque fascista por twitter" a través de cierto periódico de cuyo nombre no quiero acordarme, y varios fascistas más de cuyo nombre, sinceramente, ni me acuerdo. Cantelyngrado salió en mi defensa, y eso que todavía no se había formado como tal. Nadie más lo hizo, sólo ese común denominador.

Tras estos incidentes conocí a quienes, desde hará unos 4 años, han sido una de las patas de mi banco. Creo que no ha pasado una semana sin ellas, sin ellos, desde aquellas marchas encabezadas por Sánchez Gordillo donde me los encontré por primera vez "en persona" tras un tiempo de contacto virtual. Coño, si es que me sonaban, claro...¡Si es que Cantely e Ibarburu son barrios obreros...no teníamos más congojas que conocernos aunque fuese de vista y de luchas comunes!

Ese verano di mucho "por saco" con mi documental sobre Somonte, tanto que, constituido ya un Cantelyngrado casi formal, lo proyectamos, y oye, tuvo gran acogida. Recuerdo que la asociación de vecinos se quedó pequeña. Pero allí tampoco estuvieron todos, como meses atrás en "el ataque de las redes" (parece una peli de terror de las de sábado por la tarde en Antena 3 eh xD). De ahí empezamos a vernos todos los viernes como día fijo, porque en realidad, había semanas donde, si hubiesen más de 7 días, también nos hubiésemos visto el octavo.

Allí formamos el grupo comunitarista de recogida y reparto de alimentos, allí hablamos de política, allí arreglamos el mundo en una habitación, y allí surgió el germen de lo que ahora es la ColumnaDH. Allí llegué en 2011 y me quedé; yo no sabía lo que quería de ellos, pero encontré lo que buscaba: unión y camaradería. Yo les escuché, ellas y ellos me escucharon. Mucha gente pasó por allí pensando que era una peña y abandonó; mucha gente compró la camiseta y se la puso dos o tres veces para figurar y abandonó. Pero ahí quedan(mos), tanto los que al principio se juntaban de pequeños como los que nos agregamos después.

Cantelyngrado no es un simple grupo de personas; Cantelyngrado es un sentimiento, es una ilusión, es un saber que levantas el teléfono y tienes a unas pocas personas dispuestas a lo que sea. Cantelyngrado es radical, por supuesto, y seguramente eso haya llegado a tus oídos. Sí, radical, porque vamos a la raíz, no queremos poner parches ni maquillar la realidad: si los problemas sociales no se previenen y cortan de raíz, de nada sirve mantenerlos con suero.

Cantelyngrado es amistad, son discusiones que terminan en un abrazo, son miradas cómplices, son hombros en los que llorar, hombros con los que empujar, hombros con los que cargar, y hombros con los que sacar adelante.

No me pidas más definiciones; Cantelyngrado es Cantelyngrado; tiene su propia etimología y no se puede desvirtuar.



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